From the moment of Jesus' conception in the womb of Mary until his Resurrection, he was filled with the Holy Spirit. In biblical language, he was anointed by the Holy Spirit and thus established by God the Father as our high priest. As Risen Lord, he remains our high priest. While all the baptized share in Christ's priesthood, the ministerial priesthood shares this through the Sacrament of Holy Orders in a special way.
"Here I am, send me." (Is 6:8)
Ordination to the priesthood is always a call and a gift from God. Christ reminded his Apostles that they needed to ask the Lord of the harvest to send laborers into the harvest. Those who seek priesthood respond generously to God's call using the words of the prophet, "Here I am, send me" (Is 6:8). This call from God can be recognized and understood from the daily signs that disclose his will to those in charge of discerning the vocation of the candidate.
From the United States Catholic Catechism for Adults
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Desde el momento de la concepción de Jesús en el vientre de la Virgen María hasta su resurrección, él estuvo lleno del Espíritu Santo. En lenguaje bíblico, él había sido ungido por el Espíritu Santo y por tanto había sido establecido por Dios Padre como nuestro sumo sacerdote. Como el Señor resucitado, él continúa siendo nuestro sumo sacerdote […] mientras que todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo, el sacerdocio ministerial participa de él en una forma especial mediante el sacramento del orden.
La ordenación al sacerdocio siempre ha sido una llamada y un don de Dios. Cristo recordó a sus Apóstoles que necesitaban pedir al Señor de la cosecha que mandase trabajadores para cosechar. Aquellos que buscan el sacerdocio responden generosamente a la llamada de Dios usando las palabras del profeta: "Aquí estoy, Señor, envíame" (Is 6, 8). Esta llamada se puede reconocer y entender entre los signos diarios que revelan su voluntad a aquellos encargados de discernir la vocación del candidato.
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